domingo, 31 de julio de 2011

En la actualidad nacional es un hecho indiscutible el aumento de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo, y a la vez la inserción de éstas en la gran mayoría de las áreas de las actividades económicas. Sin embargo, aún las cifras de trabajo femenino son bajas, especialmente si las comparamos con otros países latino americanos.
A estas bajas cifras se le suma una serie de situaciones de discriminación que se dan al interior del mercado de trabajo, las cuales quedan manifestadas en: diferencias de salario, segmentación del mercado laboral, déficit de capacitación, escaso ascenso a puestos de dirección, y en muchas situaciones un clima laboral adverso, como es el acoso laboral y sexual. 
La realidad de los escenarios económicos actuales nos muestra a la mujer como un recurso humano proactivo y de mucha importancia, especialmente la capacitada, formada en las universidades para ejercer cargos gerenciales. 
En esta oportunidad nos concretamos en analizar el alcance, repercusión, beneficio de la mujer en el actual escenario laboral.

Un claro ejemplo de ésto es la publicación de la revista Ya del Mercurio el pasado 17 de marzo, un reportaje titulado “Ejecutivas mujeres, el gran antídoto contra la crisis” y destacaba que “las compañías dirigidas por mujeres serían las que mejor enfrentan la recesión, según Michael Ferrary, académico de la Escuela de Negocios Ceram. 

Las primeras mujeres en el mundo laboral

Alrededor del año 2000 a.C. las mujeres podían emprender negocios o trabajar como escribas en la antigua ciudad de Babilonia. Pero en las sociedades primitivas las mujeres de las clases sociales privilegiadas quedaban relegadas al hogar y las mujeres trabajadoras eran, o esclavas o bien plebeyas semi-libres que trabajaban en labores que requerían poca cualificación, o ejercían la prostitución. En la antigua Grecia las mujeres trabajaban fuera del hogar como vendedoras de sal, higos, pan y cáñamo; como costureras, enfermeras, cortesanas, prostitutas, lavanderas, zapateras y ceramistas. Las ocupaciones de las mujeres eran similares en Asia y en América. En la India, las mujeres trabajadoras picaban piedras para hacer carreteras y empeñaban largas jornadas laborales tejiendo.


En la Europa medieval los artesanos que trabajaban en sus casas solían emplear la mano de obra que les proporcionaba su propia familia. Esta costumbre también se daba en los gremios de la edad media; incluso en aquellas corporaciones donde no se admitían mujeres se podía aceptar a las viudas de miembros del gremio, siempre que tuvieran los conocimientos necesarios. Algunos de los primeros gremios excluían a las mujeres; otros las aceptaban con ciertas limitaciones. En el siglo XIV, en Francia y en Inglaterra las mujeres desempeñaban trabajos reservados tradicionalmente a los hombres, como los empleos de marinero, peluquero, carpintero, cuidadores de caballos y conductores de carretas. Algunos gremios de tejedores estaban formados en exclusiva por mujeres.

De forma progresiva, los gremios fueron sustituidos por el sistema del putting-out (el empresario proporcionaba a domicilio las materias primas y las herramientas necesarias y recogía más tarde el producto acabado). Entre estos trabajadores había mujeres que recibían un salario por su trabajo, mientras que los hombres casados recibían la ayuda de sus mujeres e hijos.